Creo que toda vocación sacerdotal solamente puede definirse como un refinamiento del mandato de Cristo: “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”.
En otras palabras, cuando uno se siente ordenado sacerdote, lo experimenté hace cincuenta y cinco años, entonces uno entiende que tiene que ser para cada uno de los que llegarán a su camino sacerdotal, tiene que ser la prueba, el testimonio, la presencia del amor de Dios. Y así como nos dice el Evangelio, que “nadie conoce al Hijo sino al Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo”, estamos pues ante esa gran verdad que el Apóstol San Juan define: “Dios es amor”.
P. JAIME RODRÍGUEZ SDB
(Homilía Eucaristía 55° Aniversario, Julio 1° del 2011, Santuario Nacional Nuestra Señora del Carmen)
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