Esta pequeña reflexión la realizo sobre la dimensión eucarística del P. Jaime y su caridad hacia los enfermos.
Ante el Santísimo Sacramento el P. Jaime exponía diversas necesidades. “Ya le pedí a Nuestro Señor”, decía luego de rezar en silencio poniendo la mano sobre el Sagrario en la capilla frente a su oficina. Hizo de la oración con Jesús Eucaristía un trato de amistad con quien sabemos nos ama, como enseña Sta. Teresa de Jesús. Al Amigo por excelencia le hablaba y escuchaba. Enseñó el P. Jaime que es vital creer en la presencia de Cristo en la Eucaristía. Celebrar la Eucaristía hizo parte de su estilo de vida; ocupaba un lugar privilegiado e indispensable en su día a día. No concebía su vida sin la Eucaristía.
Hacia los enfermos mostró amor y cercanía. Su sexto año de sacerdocio lo vivió en el leprosorio de Agua de Dios. Allí se encontró con enfermos de lepra que lograron transformar su dolor en amor redentor del mundo para unirlo a la Pasión de Cristo. En Agua Dios el P. Jaime, asistido por la fuerza del Espíritu Santo, logró convocar a muchos en el ofertorio del sufrimiento y de la esperanza. Ayudó a que los enfermos experimentaran la cercanía de Jesús, a que nunca se sintieran abandonados por Dios y a reconocerlo a Él sanando, consolando y fortaleciendo.
El P. Jaime tenía el don de infundir esperanza al enfermo que desfallecía. Le recordaba que la vida es el don más precioso que tenemos de Dios. También, que Dios nos ha encomendado una misión en la tierra; invitaba a los enfermos a confiar en Dios y a comprender la enfermedad como un camino de resurrección. El P. Jaime acompañó, aconsejó y animó a muchos enfermos experimentando en su propio cuerpo el dolor y el desanimó que causa la enfermedad. En su último periodo de enfermedad hizo de la gratitud una respuesta a la bondad de tantos; vivió aquello de que la gratitud es la memoria del corazón. Fray Julián David Reyes López ocd, Bogotá, D.C., Colombia.
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