Buscar en este blog

martes, 18 de julio de 2023

Los olvidados que nos necesitan

Querida Rosemary: Aprovecho de nuevo para felicitarte por la preparación, organización y ejecución del III Simposio Internacional “Sacerdotes para tiempos de esperanza” y con orgullo recibo el diploma otorgado por la Fundación Padre Jaime.

Considero que la selección de los temas fue muy apropiada en los momentos que vivimos actualmente como sociedad.


Escuchar en línea directa la experiencia vivida con la población vulnerable por parte de los expositores, es un privilegio, ya que se abre la puerta de la sensibilidad e invita a recordar a todos los hijos de Dios olvidados y que desean ser reconocidos y tenidos en cuenta para recibir el apoyo necesario de diversas maneras como lo han hecho los Padres y  el Seminarista. Ellos son una pequeña muestra de tantas maneras de ayudar. “Hoy por ti, mañana por mí”.

Desconocemos en qué condiciones vamos a vivir el futuro próximo y qué posibilidades tendremos, pero si sembramos las semillas del servicio al prójimo, del amor, la caridad, la compasión y reconocemos el rostro de Jesús en cada ser humano, seguramente, tendremos a mano las herramientas necesarias para ser más conscientes y competentes en el compromiso de construir un mundo más justo y compasivo.

A través de los objetivos de la Fundación Padre Jaime se confía que los cursantes de los estudios logren continuar este camino de solidaridad con el prójimo; la suma del aprendizaje académico y sus experiencias misionales, les permita ser mensajeros de la Palabra de Dios tanto en la Celebración de la Eucaristía, la Oración, la asesoría Espiritual como en todas las obras sociales.   Con cariño,    Martha Isabel Pilonieta Porras. Exalumna de las Hijas de María Auxiliadora, miembro del Grupo de Apoyo Vocacional de la Fundación Padre Jaime, Bogotá, D.C., Colombia.


No silenciemos la esperanza

La Fundación Padre Jaime en su finalidad de apoyar la educación para estudios de Teología a nivel profesional, para quienes se preparan para el sacerdocio y puedan liderar transformaciones culturales y sociales en beneficio de los más necesitados, lleva a cabo lo mandado en Mateo “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. “Éste es el primero y grande mandamiento. “Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (22, 37-39).


Si bien es cierto, la esperanza perteneciente al conjunto de las tres virtudes teologales me hace pensar en la negligencia de esta virtud en el hoy de nuestra historia, no solo de los teólogos, pastoralistas, agentes de movilidad humana y social, sino de todo bautizado llamado a dar razón de la fe y esperanza viva.  La esperanza ha sufrido como virtud al no ser vivenciada, ni transmitida en nuestros contextos culturales, pero silenciosamente, implícitamente, sin provocar escándalo y con gran alto nivel de impacto sigue dando frutos de alivio, rehumanización y celebrando la dignidad humana, es decir el don de la vida que Dios por puro amor nos ha manifestado. 

En el Simposio presentado, me doy cuenta que el sacerdocio como participación del sacerdocio de Cristo responde a las distintas realidades de violencia, opresión, injusticia social y pobreza de hecho y espíritu, que el sacerdocio para personas en el corredor de la muerte, para YouTubers, para niños y ancianos desprotegidos, para quienes necesitan servicios de higiene, para trabajadores del campo y para niños con cáncer, se hace palpable el anuncio del reinado social de Jesucristo en la Tierra, esto es, la civilización del amor en la sociedad. 

Rescato los valores fundamentales en los que más se hizo énfasis: la familia, la hermandad, el compartir la vida, la alegría, la esperanza y el amor. Es evidente que estos valores integrales como acción humana hacen presente a Dios en la vida ordinaria construyendo pequeñas familias de hermanos impulsados por la fuerza del espíritu en sinodalidad. La evangelización y el acompañamiento espiritual denotan un fuerte y progresivo apostolado; la guía espiritual, la formación humano-cristiana y comunitaria, la pastoral de salud, vida sacramental y actividades permeadas de creatividad y entusiasmo evangélico.

Finalmente, en palabras del Padre Juan Carlos Zesati “nuestra opción primera siempre va a ser Nuestro Señor Jesucristo” quien se ha hecho humano igual que nosotros, y se ha quedado con nosotros en la Eucaristía, para nutrirnos con su Palabra y darnos su amor. Dios cada día nos hace ser sensibles ante el dolor, el sufrimiento y para dar el primer paso. Es nuestro el deber reconocernos vulnerables, frágiles, dolientes, enfermos, pobres con los otros, y, que no nos inunde la solitud y soledad, más bien nos empuje la fuerza transformadora que nace del espíritu y nos hace capaces de crear una cultura del encuentro, del amor y de la paz.  Asistente al Simposio Internacional al Sacerdocio, Bogotá, D.C., Colombia.


Dios actúa sembrando esperanza

Queridos amigos de la Fundación Padre Jaime: He recibido el certificado muchas gracias, en verdad no había visto ni presenciado un simposio de esta categoría; me ha complacido en cuanto a las temáticas dado que muchos de estos focos de trabajo en las comunidades a veces se escapan de la formación que se puede tener en el seminario. El Evangelio todo lo penetra  y es muy especial ver cómo el Espíritu Santo va llamando y aquel que es dócil comienza con pequeñas cosas a llevar la presencia de Cristo en tantas realidades, en lugares apartados, con personas ávidas de una palabra, de consuelo ante una situación, y ante todo como la Iglesia con sus carismas brinda esperanza, sin mirar condición social, ni raza... es ver la imagen de Dios actuando en medio de su pueblo, hacer un evangelio vivo ante la humanidad.



También doy gracias a Dios por que estas charlas me sirven de inspiración para el apostolado y formación integral, de verdad que ha sido un recurso muy importante para mi. muchas gracias por estos encuentros y ojalá en el futuro pueda contribuir también con ello. Un abrazo  grande para todos en la fundación. Dios los bendiga.  Seminarista Libardo Andrés Montoya Gómez, Seminario Mayor San José, Zipaquirá, beneficiario de la Fundación Padre Jaime.